La literatura griega, una interminable saga, llena de mitos, leyendas, epopeyas y cuentos. Es considerada para muchos, producto de inspiración divina, como para otros, los interminables papiros de una poderosa cultura que a través de textos pretendió dar sentido al caos. Entre los más sobresalientes estuvieron los textos homéricos, ficticias narraciones de hazañas de héroes legendarios de la época. Sin embargo, ¿Cómo influenciaron estos textos en la concepción del “Héroe de la literatura” en una de las civilizaciones más inteligentes de la historia?
Transmitidos de forma oral, los poemas homéricos, se convirtieron en tradición viva y en el aporte más grande de la cultura griega. La Ilíada y la Odisea, junto con sus personajes, ya sean mortales o dioses, ofrecen en sus roles protagónicos, a tipos ideales del ser humano: Una intachable personalidad, gran capacidad de decisión y liderazgo, dominio de las artes de guerra y ser el enlace entre el simple mortal y los dioses. Todo poema Homérico presenta uno o más héroes. En la Ilíada, de tema legendario e histórico, destaca la figura del príncipe Héctor, hijo del rey Príamo, por ser el más valiente de los guerreros troyanos, sin embargo, es opacado por Aquiles, un semidiós ,hijo de Peleo y de la diosa Tetis.
Aquiles, quien hace de su ira, el tema principal del relato de la Ilíada, es el principal héroe del poema. Este, a pesar de la temprana muerte a la que está condenado por el destino, a través de arduas hazañas, guerras, y desazones, aprende el amargo desafío de la moderación de la ira, conoce la humildad y domina sus impulsos sobrenaturales.
Pero el poema muestra un momento de blandura en Aquiles, cuando desafía al rey y abandona la guerra. Su ausencia produce la muerte de su amigo Patroclo a manos del príncipe Héctor. En este canto, llamado “Gesta de Patroclo”, se desata la ira de Aquiles quien decide vengar la muerte de su amigo, y ayudado por Atenea, logra aniquilar a Héctor.
La Ilíada, compara lo puro de la armonía griega con el dolor y lo oscuro del sentir del humano, como la inmensa tristeza de Aquiles por el fallecimiento de Patroclo. También, es el reflejo de que la carne no está libre de sucumbir ante el pecado, como lo fue el deseo de Paris, que condujo a la destrucción de Troya y en el caso de Aquiles, a la muerte de Patroclo. Muestra la catástrofe que resulta de la soberbia y la venganza, un valor pedagógico para el público griego.
Avanzando en el tiempo, encontraremos “Fuegos” un conjunto de nueve hipertextos de obras clásicas de diferentes culturas. En uno de estos, la escritora Marguerite Yourcenar, narra “Aquiles o la mentira”, donde replantea el personaje de Aquiles en un ser pasivo, que no busca cercenar cabezas en guerras o convertirse en un personaje de renombre, sino convertirse en un hombre con deseos de compartir su ser con una mujer, que tenía ganas de sentir… “Aquiles acababa de salir de la escuela de los Centauros: cansado de bosques, soñaba con cabelleras; harto de gargantas salvajes, soñaba con senos de mujer” (Yourcenar, 1936)
“Aquiles y Deidamía se aborrecían como los que se aman; Misandra y Aquiles se amaban como los que se aborrecen” (Yourcenar, 1936)
La imagen de Aquiles en este relato es femenina, con el fin de mostrarlo más sensible a las acciones que acaecen en el relato, como el preferir matar a Deidamía antes de que se vaya con Patroclo y lo reemplace. Lo femenino es la cara humana y grácil de Aquiles. Por otro lado, en la antigua Grecia, surge la necesidad de dar explicaciones a los misterios del azar, de la naturaleza, y de la vida humana. Para resolver dichos problemas, se crearon las múltiples deidades griegas. Dioses inmortales con virtudes y defectos que podían disfrutar de los placeres de la carne, nunca envejecer, poseer poderes sobrenaturales y dirigir el destino de los mortales, guiándose nunca de principios morales y éticos, sino de beneficios y arranques personales.
Cuando las deidades dejaban en claro su posición, los mortales sólo atenían a aceptar la omnipotencia de estos. Ciertamente, no todo mortal aceptaba su posición, como Odiseo, quien fue maldito por Poseidón, luego de desafiar la autoridad de este y cegar a su hijo, el cíclope Polifemo. La maldición le duró diez largos años, tiempo donde tuvo que enfrentar junto a su tripulación, desafíos con figuras místicas y legendarias como cíclopes, a la diosa Circe, sirenas, las peligrosas Escila y Caribdis y algo más realístico, como los pretendientes de su amada y, al mismo tiempo, abandonada esposa Penélope, que tomaron control de su reino Ítaca durante su ausencia.
Conviene, sin embargo advertir que para los griegos, Odiseo era considerado una realidad, puesto que al ser un pueblo navegante, se identificaban con las hazañas del gran rey de Ítaca. Más aún, su astucia, habilidad y sagacidad inspiraron el ideal de perfección en el público, no sólo porque los contextos hayan sido similares al de la vida real, sino también porque fue el estereotipo de hombre que lucha por sus deseos y finalmente lo logra, pues aprende a valorar el significado y gran participación de los dioses en la vida diaria, y que sin estos, los humanos no serían nada.
Con esto en mente, es fácil comprender que los clásicos y la complejidad de sus protagonistas no son más que ejemplos de vida que la población griega tuvo que plantear en algún momento de su existencia pues tenían que establecer una tendencia. Construir personajes que unifiquen la nación y que muestren la capacidad de los dioses sobre ellos.
No obstante, es significativa la representación de que la vida de un ser humano está orientada de acuerdo a las decisiones que toma, como Odiseo, quien logró librarse de misteriosos desafíos, gracias a su audacia y a la colaboración de los dioses.
Todo ser humano debe tener en cuenta que no existe una sola persona en el mundo, sino que todos trabajan en comunidad. Todo griego consideraba a un héroe grande, de acuerdo a las acciones y pensamientos que asumía. Aún hoy, todos tenemos un valiente y poderoso Aquiles, o un osado Odiseo dentro de cada uno.