Yo te amo porque tú no me amas.
Tu pequeñez me orienta la esperanza en la búsqueda de la dicha. Si tú crecieras
como los árboles, yo no sabría qué desear. Tú eres la medida de mi gozo. Tú
eres la medida de mi deseo. Detrás de todas las muertes, está el júbilo de
reencontrarte en los paraísos terrenales. Amor, cosa pequeña que no crece
nunca... Si un lucero cayera, tú lo recogerías, y te quemarías las manos. Mi
amor no ha caído del cielo, y por eso no lo recoges. Eres tonta y linda como
todas las mujeres. Tú ríes, y tu risa me reconcilia con la noche.
-¿Por qué no me amas?
Sencillamente me abandonas al viento que pasa, y la hoja que cae y el farol que
alumbra, como si al perderme nada perdieras. Y mi amor en esta hora es lo único
que te es atento. Ahora nada inquietas sino mi amor que te sigue como tu
sombra, queriendo verte los ojos. Ámame, aunque mañana, al despertar, ya no me
recuerdes. Ámame, la hora te lo exige. ¡Ay de quien no obedece al tiempo!
[...]. Un viejo es un charco
al que ninguna muchacha va a mirarse la cara. Porque la vida de uno es un
charco, pero la vida de los otros son caras que vienen a mirarse en él. [...].